Os agradezco que estéis leyendo estas líneas. Yo les doy vida, y con vosotros cobran sentido. No me leáis porque sí. Quiero que tengáis un motivo por el cual necesitéis o sintáis que, estas letras os van a contar algo y es lo que andabais buscando. Quizás muchos ya habréis desistido en el intento, cambiado de página o pensado: “qué pérdida de tiempo”. Si es así, no sigas leyendo y los dos haremos como si no nos hubiésemos conocido. Pero si no, te invito a mi pequeño rincón en el que publicaré tres entradas al día, en el que te haré participe, en el que te haré sentir que tienes un sexto sentido. Y sobre todo a hacerte creer que, de veras, existe una fibra sensible que puede inter-conectar con las personas.


domingo, 17 de abril de 2011

Nuestros domingos


Es domingo, pero no un domingo cualquiera. Me he levantado a la misma hora de siempre, luego he ido a la ducha creyendo que llegaría tarde. Me he tomado el desayuno, leído el periódico y me he vestido con ese traje que tanto te gusta, pensando que en menos de una hora te iba a ver. He bajado las escaleras a prisa y corriendo, y cuando he cerrado la puerta de la entrada de mi casa, la que fue nuestra casa, me he dado cuenta de que fue ayer cuando todo lo nuestro se terminó, y que este es el primer domingo que paso sin ti después de dos años comiéndonos el mundo, viviendo sin pensar en las consecuencias que podía tener el amarnos con locura y el querer ser felices por siempre juntos.
Recuerdo protegerte con mi paraguas de la lluvia, o darte mi chaqueta para resguardarte del frio. Las comidas con nuestra familia, las carcajadas con los chistes verdes de tu padre, y la inocente cara que ponía tu madre al ver que yo quería a su hija más que a mi vida. Nuestras tardes de cine, acurrucados, abrazados, acaramelados por el sabor de las palomitas, de tus labios con los míos. El viaje a Paris por tu cumpleaños. El llenar la maleta hasta arriba sin que nos preocupara otra cosa más que no fuera el miedo a que esto acabase. El coger el coche, vendarte los ojos, y hacer una escapada por el monte, dándonos cuenta de hasta dónde habíamos llegado y lo cerca que estábamos de poder tocar el cielo con las manos. Cada paseo por los prados, viendo como llegaba la primavera y nos volvía locos. Cordura de atar cada parte de tu cuerpo a mi cama, haciéndote el amor y mordiéndote con ganas para hacerte sentir infinita. Las cenas románticas que me preparabas, a la suave luz de las velas, con la copa de vino tinto, saboreando lo exquisito que era compartir contigo ese momento. Las noches en que quería sorprenderte cocinándote tu plato preferido dónde al final terminábamos embadurnándonos la cara de tarta de chocolate y llenando la bañera de espuma de champú, intentando dejar espacio entre tu cuerpo y el mío, aunque nunca lo conseguíamos. El ver cómo te mirabas enfrente del espejo, y te arreglabas cada mañana para mí. O lo bien que te quedaban todos aquellos vestidos que a mí tanto me encantaban, pero no la idea de pensar que algún capullo te iba a mirar más de la cuenta aquella noche.Tu olor indiferenciable entre todas las mujeres, el sentirme tan orgulloso y tan feliz de ser capaz de gritar a los cuatro vientos que vivía enamorado de ti, y que era lo único que me importaba.Todas las veces que miraba a mi derecha de la cama y te veía con los ojos cerrados, y una pequeña sonrisa que se dibuja en el contorno de tus labios, que me hacia naufragar y no saber si yo también estaba soñando, o era realidad. Aquellos días de verano sentados en las terrazas, viendo a la gente pasar. Viendo como los niños disfrutaban haciendo castillos en la arena y que, de repente, se ponían a llorar tras aquella ola que barría todas esas fantasías que, tanto a mí me hacían imaginar un futuro contigo.El estar tumbados mirando al cielo, contando cada una de las estrellas que nos iluminaban y que nos hacía sentir que nuestro amor era innegable. Cada susurro, cada silencio, cada mirada que contigo era única y especial. Ese hormigueo en el que no te das cuenta del tiempo que hace hoy, ni qué hora es, ni si quiera a que día estamos. Que te hace olvidarte del mundo y de los problemas. Que se apodera de ti, y te cambia la vida.
Y en esos cinco segundos te das cuenta de que todo ha acabado.De que todo lo que quede a partir de aquí, será un viaje efímero entre los recuerdos y olvidos de lo que conociste por felicidad. De que no hay vuelta atrás. De que hay que seguir, aunque te cueste. Los domingos fueron especiales para nosotros pero de alguna manera, aunque me duela, seguirán siéndolo.