Os agradezco que estéis leyendo estas líneas. Yo les doy vida, y con vosotros cobran sentido. No me leáis porque sí. Quiero que tengáis un motivo por el cual necesitéis o sintáis que, estas letras os van a contar algo y es lo que andabais buscando. Quizás muchos ya habréis desistido en el intento, cambiado de página o pensado: “qué pérdida de tiempo”. Si es así, no sigas leyendo y los dos haremos como si no nos hubiésemos conocido. Pero si no, te invito a mi pequeño rincón en el que publicaré tres entradas al día, en el que te haré participe, en el que te haré sentir que tienes un sexto sentido. Y sobre todo a hacerte creer que, de veras, existe una fibra sensible que puede inter-conectar con las personas.


lunes, 28 de marzo de 2011

El primer amor.


¿Sabes?, no es la primera vez que pienso en ti cuando escribo. Y cuando lo hago, recuerdo quererte como nunca lo he hecho otra vez en la vida, simultáneamente te echo de menos, y luego no me queda otra que olvidarte al darme cuenta de que ya no te tengo.
Las paredes de mi habitación me muestran tu nombre en el silencio de la oscuridad que dejaste tras tu marcha.
Tu sonrisa todavía se refleja en la ventana que me separa del gentío y la voracidad de ese mundo exterior en el que no existe otra como tú.
Mis sábanas están empapadas del frio de la soledad. Dónde por momentos, me recuerdan lo que era sentir el calor de tu piel en cada una de tus caricias. Y que dejan ese hueco en mi cama, que por las noches se convierte en el soñar con tus besos y tus abrazos. Y después, en un triste despertar.
En la estantería están todos los errores que cometimos juntos y que no supimos aprender. Cada uno de los momentos que no pudimos tener, salvaguardados por la enormidad del sentimiento que separa a años luz a nuestros corazones. Y que me enseñan que ninguna otra podrá ocupar tu lugar.
Junto a ella, está el armario dónde guardo cada una de tus prendas, con el olor a tu perfume, y la esperanza de que quieras volver. En los cajones, cada uno de los regalos que me hiciste, y todos y cada uno de los que me quedaron por regalarte.
El suelo es el precipicio de amarte, mi temor y mi orgullo de nunca haberte demostrado lo que mi corazón siente. El techo, ocupa la parte que mis dedos no pueden tocar. La parte que esconde a mis pensamientos, para formar el tú, y el yo en un nosotros. Esa parte en la que los momentos se escapan en el tiempo y a medida que pasa, restan te quieros a mi vida, para compartir contigo el ser feliz.
En mi escritorio todavía están tus pendientes y la agenda con la fecha de nuestro aniversario marcada, con tu rojo pintalabios, en el calendario. Más abajo todavía el tiempo que ha pasado, no ha borrado lo que un día me escribiste con tu propia letra; un corazón y tu “siempre” y que yo jamás podría olvidar.
Y en ella, cada una de mis lágrimas derramadas que utilizo ahora como tinta para escribirte, manteniendo ese nudo en la garganta y haciendo aparecer ese pequeño cosquilleo que sentí gracias a ti.
Aquello que dejaste en esta habitación sin salida en la que, al parecer, no me queda otra que recordarte, y quererte sigilosamente dándome cuenta de lo que significa a lo que la gente llama, “el primer amor” y todo lo que conlleva enamorarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario