Os agradezco que estéis leyendo estas líneas. Yo les doy vida, y con vosotros cobran sentido. No me leáis porque sí. Quiero que tengáis un motivo por el cual necesitéis o sintáis que, estas letras os van a contar algo y es lo que andabais buscando. Quizás muchos ya habréis desistido en el intento, cambiado de página o pensado: “qué pérdida de tiempo”. Si es así, no sigas leyendo y los dos haremos como si no nos hubiésemos conocido. Pero si no, te invito a mi pequeño rincón en el que publicaré tres entradas al día, en el que te haré participe, en el que te haré sentir que tienes un sexto sentido. Y sobre todo a hacerte creer que, de veras, existe una fibra sensible que puede inter-conectar con las personas.


lunes, 28 de marzo de 2011

Sueño Primaveral


Estabas acurrucada entre las sábanas, que se entrecruzaban formando un sinfín entre tus piernas, tapándote del pavor de la noche y del poco frio que bailaba entre la corta distancia de tu cuerpo al mío. Con los ojos cerrados sonreías, mientras podía darme cuenta de lo bonitas que eran tus pestañas, lo tiernos que eran tus labios, y esos pómulos acalorados de color rojo, rosa primavera, que tanto a mí me gustaba acariciar y que en ese mismo instante dibujaban la línea de la belleza carnal.
Te agarrabas fuertemente a la almohada, intentando protegerte de las pesadillas que tanto te atormentaban. Pero ahora estabas soñando, y no con algo cualquiera. Podía verte feliz, como una niña que se volvía a encontrar con su muñeca preferida. Y sin saber que era con lo que soñabas, no podía despertarte. Quería perderme contigo en ese momento y no me importaba si era para siempre.
Eras la imagen reflejada de un ángel, caído del cielo. Tan bella que no lo puedo describir con palabras. Tu cabello sedoso olía a la mejor de las mañanas. Tu suave piel, me pedía a gritos caricias primaverales. Besos infinitos y abrazos sin abrazarse, de esos en que sientes que estás flotando por el aire, amando con locura y en que no existe un punto a parte.
Me pasé más de diez minutos observándote. Mirando cada detalle de tu piel, como si fuera la única y última vez que fuera a verte. Sabía cuál era el lugar de cada uno de los lunares que hacían más precioso tu rostro. La forma que tenían los lóbulos de tus orejas, a la par que contaba cada una de tus respiraciones, compasadas con el latir de tu corazón que me hacía sentir vivo, afortunado y no dejar de quererte.
Fui a besarte, y entonces desperté. No quedaba rastro de tu sonrisa, ni de la forma con la que cogías la almohada, o de esos rizos que formaban tu cabello y se entretejían con las sábanas de nuestros sueños. Pero, ¿sabes una cosa? Estaba completamente feliz, y ya contaba las horas que me quedaban para volver a dormirme y poder así regresar a aquel momento en el que me perdía contigo, viéndote como disfrutabas soñando. Viendo como eras feliz.

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