Os agradezco que estéis leyendo estas líneas. Yo les doy vida, y con vosotros cobran sentido. No me leáis porque sí. Quiero que tengáis un motivo por el cual necesitéis o sintáis que, estas letras os van a contar algo y es lo que andabais buscando. Quizás muchos ya habréis desistido en el intento, cambiado de página o pensado: “qué pérdida de tiempo”. Si es así, no sigas leyendo y los dos haremos como si no nos hubiésemos conocido. Pero si no, te invito a mi pequeño rincón en el que publicaré tres entradas al día, en el que te haré participe, en el que te haré sentir que tienes un sexto sentido. Y sobre todo a hacerte creer que, de veras, existe una fibra sensible que puede inter-conectar con las personas.


lunes, 18 de abril de 2011

Ella y él.

Ella era joven, pero estaba necesitada de amor. Iba en busca de ese alguien que fuera capaz de aceptar sus defectos y al parecer, lo había encontrado. Él, un chico de la calle, con apariencia de “chulin” y un poco de “hacerse el duro”, no buscaba nada serio.Quería disfrutar de la vida, pasárselo bien con sus amigos y llevarse a alguna que otra mujer a la cama. Pero de repente,  esa fuerza latente empieza a cobrar vida. Se acaba de encender la llama del amor. Saltan chispas procedentes de unos polos opuestos que creyéndose desconocidos, hacen que surja lo inquebrantable. De película. Se habían hecho realidad sus sueños. Han empezado una historia. Estan juntos.

Llegan los días felices, los regalos de navidad, las celebraciones, los cumpleaños. El vivir el momento. San Valentín y todo lo que conlleva las dos palabras mágicas, las seis letras silenciosas, simples y eternas: el amor. Vuelven a sentir lo que se siente de niño, la libertad, las ganas de ver a alguien, el echar de menos, el suspense de las sorpresas y el sentir como baila debajo de tu camiseta el viento. Esa persona que te hace sentir como si no hubiera nadie más en el mundo, dedica su vida a ti. Llena tus días de sorpresas, de viajes inoportunos, de momentos inesperados, de fotos congelando momentos que nunca antes viviste. Miles de recuerdos que guardas en tu escondite preferido.Sí, ese que temes que descubra tu madre. Y todo porque son tus cosas, y en esto estáis los dos solos. Él y tú.

Los problemas están de lado. Las discusiones no eran parte de vuestra vida, y las malas decisiones se disimulaban con todo lo bien que hacíais. Pero sin más, ocurren. Los días ya no son tan bonitos, ya no quedan plastidecor para pintar el cielo de colores.Todo es gris. Reina lo absurdo, las inconcurrencias y los errores. Se te viene el mundo encima, después de pensar que esto no tenía fin. Él te engaña, y tú no le sabes perdonar.

Le odias. Piensas en si ha habido un motivo para que todo lo hecho durante todo este tiempo se haya venido abajo. Ya no hay razones para pensar que él te sigue queriendo. Y ahí estás tú, desolada. Dándole vueltas a un problema, que para ti no tiene solución. Eres incapaz de verle, de coger sus llamadas. No quieres saber nada más de él. Para ti todo se ha acabado.

Lo que no sabes es que él todavía se muere por ti. Todavía piensa en cada mañana que ha pasado a tu lado, y cuenta todas y cada una que han pasado después de su error. Él tampoco se lo perdona.Y es que cambiar una chica que te gusta por una que te quiere, no tiene sentido. Él está perdido, pero por tus huesos. Se da cuenta de que tú has sido quien le ha sacado de sus casillas. Quien ha sabido sacar de él su parte más desconocida. Su pequeño rincón que nadie más conoce. Él no tiene miedo a que alguien lo descubra. Su corazón tiene una herida que pone tu nombre y un te quiero. Y esta no cura con el tiempo.Es más, cada día que pasa sin encontrar tu perdón, ésta no sutura y va dándole credibilidad a la idea de que tu ya no volverás.

domingo, 17 de abril de 2011

Nuestros domingos


Es domingo, pero no un domingo cualquiera. Me he levantado a la misma hora de siempre, luego he ido a la ducha creyendo que llegaría tarde. Me he tomado el desayuno, leído el periódico y me he vestido con ese traje que tanto te gusta, pensando que en menos de una hora te iba a ver. He bajado las escaleras a prisa y corriendo, y cuando he cerrado la puerta de la entrada de mi casa, la que fue nuestra casa, me he dado cuenta de que fue ayer cuando todo lo nuestro se terminó, y que este es el primer domingo que paso sin ti después de dos años comiéndonos el mundo, viviendo sin pensar en las consecuencias que podía tener el amarnos con locura y el querer ser felices por siempre juntos.
Recuerdo protegerte con mi paraguas de la lluvia, o darte mi chaqueta para resguardarte del frio. Las comidas con nuestra familia, las carcajadas con los chistes verdes de tu padre, y la inocente cara que ponía tu madre al ver que yo quería a su hija más que a mi vida. Nuestras tardes de cine, acurrucados, abrazados, acaramelados por el sabor de las palomitas, de tus labios con los míos. El viaje a Paris por tu cumpleaños. El llenar la maleta hasta arriba sin que nos preocupara otra cosa más que no fuera el miedo a que esto acabase. El coger el coche, vendarte los ojos, y hacer una escapada por el monte, dándonos cuenta de hasta dónde habíamos llegado y lo cerca que estábamos de poder tocar el cielo con las manos. Cada paseo por los prados, viendo como llegaba la primavera y nos volvía locos. Cordura de atar cada parte de tu cuerpo a mi cama, haciéndote el amor y mordiéndote con ganas para hacerte sentir infinita. Las cenas románticas que me preparabas, a la suave luz de las velas, con la copa de vino tinto, saboreando lo exquisito que era compartir contigo ese momento. Las noches en que quería sorprenderte cocinándote tu plato preferido dónde al final terminábamos embadurnándonos la cara de tarta de chocolate y llenando la bañera de espuma de champú, intentando dejar espacio entre tu cuerpo y el mío, aunque nunca lo conseguíamos. El ver cómo te mirabas enfrente del espejo, y te arreglabas cada mañana para mí. O lo bien que te quedaban todos aquellos vestidos que a mí tanto me encantaban, pero no la idea de pensar que algún capullo te iba a mirar más de la cuenta aquella noche.Tu olor indiferenciable entre todas las mujeres, el sentirme tan orgulloso y tan feliz de ser capaz de gritar a los cuatro vientos que vivía enamorado de ti, y que era lo único que me importaba.Todas las veces que miraba a mi derecha de la cama y te veía con los ojos cerrados, y una pequeña sonrisa que se dibuja en el contorno de tus labios, que me hacia naufragar y no saber si yo también estaba soñando, o era realidad. Aquellos días de verano sentados en las terrazas, viendo a la gente pasar. Viendo como los niños disfrutaban haciendo castillos en la arena y que, de repente, se ponían a llorar tras aquella ola que barría todas esas fantasías que, tanto a mí me hacían imaginar un futuro contigo.El estar tumbados mirando al cielo, contando cada una de las estrellas que nos iluminaban y que nos hacía sentir que nuestro amor era innegable. Cada susurro, cada silencio, cada mirada que contigo era única y especial. Ese hormigueo en el que no te das cuenta del tiempo que hace hoy, ni qué hora es, ni si quiera a que día estamos. Que te hace olvidarte del mundo y de los problemas. Que se apodera de ti, y te cambia la vida.
Y en esos cinco segundos te das cuenta de que todo ha acabado.De que todo lo que quede a partir de aquí, será un viaje efímero entre los recuerdos y olvidos de lo que conociste por felicidad. De que no hay vuelta atrás. De que hay que seguir, aunque te cueste. Los domingos fueron especiales para nosotros pero de alguna manera, aunque me duela, seguirán siéndolo.

miércoles, 13 de abril de 2011

A cara o cruz.

-Sí sale cara, tú ganas.
-Sí sale cruz, yo gano.

Lancé la moneda lo más lejos que pude al mar.
-Sí quieres saber lo que ha salido, ves a buscarla. Yo me conformo con que ganemos los dos.

Abrazo.

Él la mira, y luego ella le devuelve la mirada. 
Se queda parada, y él intenta marcharse. 
Ella no le deja, lo agarra fuertemente del brazo
 y le pregunta:
A- ¿Por qué me desprecias con la mirada? 
¿Tanto te has enfadado?
C- No tengo ganas de hablarlo.
A-Pues las personas que se quieren lo hablan ¿Sabes?
 Dame un abrazo.
C- Él no puede rechazar ese momento. 
Lo estaba esperando desde hace tiempo.


Cuando se abrazan, ella le dice; ¡pero más fuerte!


C- La mira y le pregunta: ¿estás llorando?
A- No, pero he llorado mucho estos días.
C- Dame otro abrazo - le responde cerrando los ojos.




...


Te dicen; tranquilo no pasa nada, lo superaras. Si necesitas ayuda, aquí me tienes. No le des mas vueltas, que dentro de unos dias todo habrá pasado. Puedes contar conmigo para lo que sea.
Y tontos de nosotros, que nos lo creemos, o bien buscamos esas "tipicas ayudas" que, al fin y al cabo, no sirven para nada.

Quierete a ti mismo, cree en ti, que en tu vida todo depende de ti. Rie, llora, pero vive el momento, porque cada final, es un nuevo comienzo.

martes, 12 de abril de 2011

1 minuto de tu vida, convertido en 60 segundos de felicidad.


Cierra los ojos y trata de no pensar. Deja que te susurre una cosa, mientras escuchas de fondo la melodia del amor.
Tres mundos nos rodean, y solo existen dos cosas en común. Una es el tiempo y la otra, eres tú.
Si no me crees, puedes abrir los ojos. A no ser que, creas en los sueños. Porque sabrás que lo peor de un sueño, cuando se hace realidad, es despertar.
Y si estás dispuesta, deja atrás tus miedos, toma mi mano y que el corazon nos guie.

Princesa

Su sonrisa es preciosa. Su cabello lleno de tirabuzones, rodean sus pequeñas orejas que, en silencio escuchan lo que mis labios no saben decirle. Tiene los mofletes colorados, llenos de pequitas que me entran ganas de apretujar con mi dedo pulgar e índice. La boquita de piñón se endulza con golosinas y algodones que compra cada tarde en el quiosco después de salir del colegio. Le encanta jugar a papas y mamás, siempre y cuando su "marido" sea el chico que le gusta. Sabe contar hasta cien. Escribir su nombre con la mano derecha, y diferenciar las letras del abecedario. Su papá le lee cuentos cada noche antes de dormirse. Ella se imagina siendo una princesa, con el pelo largo y largo y largo. La más bella de todo el país. Se mira al espejo una y otra vez, se siente feliz porque sabe que queda poco tiempo para que venga su príncipe azul a salvarla del más malo de los ogros. Lo que no sabe es que por el camino me encontraré con muchas que se harán pasar por ella, haciéndome creer que al fin la he encontrado. Princesa, sigue soñando que yo seguiré luchando contra falsas sonrisas.

Silencio.

Léeme atentamente. Esto es lo que nunca te supe decir:

Quererte surgió de repente. Sin más. Sin previo aviso. Sin darme cuenta del abismo que suponía la posibilidad de perderte. Incandescente, voraz, fue el tiempo que anduvimos dubitativos entre los errores y los perdones adolescentes causados por el miedo a ser comprendidos. Entendible fue la situación de idas y venidas, de dar por perdida la partida en la que no supe controlar ni el tiempo ni el espacio, ni si quiera tu forma de jugar.

La mayoría de veces no lo recuerdo del todo bien. No sé exactamente como pasó, ni cual fue la gota que colmó el vaso. Solo sé que pasó, y que tuvo que pasar. Y aunque estas palabras sean duras, más lo fue tener que callarme la verdad y mentirte para dar puerta a un adiós que significó para siempre.

Ahora me pregunto tantas cosas. Y una de ellas fue si de verdad tuvimos un motivo por dejar que todo se echara a perder.

lunes, 11 de abril de 2011

Nunca te dejaré de amar.


No volveré a llamar, ni escucharé tu voz. Nuestras miradas no volverán a encontrarse. La sensación de que el tiempo se para ha quedado muy lejos. Se ha acabado. Has agotado mis ganas, mi paciencia, y nuestro futuro. Incierto, pero real. Tal es así, como que estoy seguro de que no sabré nunca más de ti, y que terminarás olvidándome. Aunque eso último, ya lo llevas haciendo durante bastante estaciones atrás. Y ahora no habrán más trenes cuyo destino sean besos, abrazos, alegrías y sollozos, de esos en los que te sientes persona única en el mundo, de esos en los que tu corazón palpita a doscientas pulsaciones, y que no puedes controlar. De esos que los dos soñábamos con compartir y que la distancia ha hecho despertarnos.
No tengo sentimiento de culpa, porque la culpabilidad está un grado por debajo del amor.Éste, lo supera con creces. Y aunque no me creas, te diré que lo recuerdo como una de las cosas más maravillosas de mi vida. De hecho, nunca pensé en un final. Y mira si estaba "ciego" que hasta ahora, no me había dado cuenta de que todo acabó en aquella despedida en la que los dos recordamos cómo fue nuestro primer beso, nuestra primera sonrisa, nuestros pequeños paseos, todo aquello que pudimos imaginar y que nos dejamos por hacer. Quisimos vivir el momento, en vez de darnos cuenta de que estábamos haciendo como siempre, pero que esta vez iba a ser como nunca. Qué si la distancia hace el olvido, yo nunca olvidaré lo vivido, ni a ti, ni el camino que ahora me espera sin ti. Pero como tú, tampoco me voy a quedar de brazos cruzados esperando a que haya una próxima vez. Porque a pesar de todo y que nuestros corazones creían latir a la par, lo hacían en mundos distintos como fueron testigos la luna, el sol, y la mar. Y que ahora, en estas cuatro paredes dónde nos amamos una vez, pongo el punto y final a nuestra historia. Recordándote que nunca te dejaré de amar.

Libros de amor.

Lees libros de amor. De esos en los que te cuentan historias espeluznantes de vida o muerte, en las que los enamorados lo dan todo, se buscan y se persiguen, superan sus miedos, sufrimientos y lo peor que te puedas imaginar con tan solo una pizca de esa magia que te devuelve las alas.
Crean relaciones en cualquier encuentro dispar y después pasan a intentar hacerte recordar cada día lo que aquellos cinco segundos supusieron y que tras  un choque de almas gemelas, de medias naranjas y tinteros de agua dulce capaces de formar la sombra de un corazón, fueron convirtiéndose para ti en una adicción incontrolada, en una suave prosa faldera, que vehemente fueron cautivándote como lo hizo tu primer beso, y tus ganas de saber el final.
Nacen las dudas, los celos, las ganas de perderlo todo y de volver a empezar. Y todo esto, sin dejarte a ti ser participe, tan solo alguien que contempla desde el mejor de los puntos de vista, lo que sucedió y no sucedió, y como los pequeños detalles hicieron que entraras en un mundo de ensueño en vez de darte cuenta de la superflua realidad.
Quizás un día me invente un personaje y os cuente como conoció a su chica, como después sufrieron, o incluso el tiempo que estuvieron juntos diciéndose a las mil maravillas lo que ambos sentían y dejaban de sentir, viviendo en los lugares más inhóspitos de la tierra, aquellos que tú te imaginarás una y otra vez pero que nunca podrás llegarlos a conocer. Posiblemente, llegarán al altar, luego te imaginarás la sonrisa de sus hijos y los verás crecer, pero nunca sentirás lo que ellos sintieron cuando sus padres se separaron. O puede que nunca lleguen a eso y que su amor fuera incondicional y tan solo pudieron disfrutar de una noche juntos, en dónde al día siguiente, debido a las copas de vino de más, no recuerden nada. O quizás el personaje que cree, tenga una hermana pequeña enferma de amor. Loca por un hico de su instituto, el más popular pero el más cabrón. Al que todo hermano mayor odia y que le daría más de una paliza. Pero también puede  entre las infinitas posibilidades que os cuente lo que cuesta darte cuenta del hecho de que perdiste a tu chica y que nunca otra podrá suplir su lugar. O lo que es estar sentado en el vagón del tren y que la chica de delante de ti esté leyendo un libro de amor, en vez de estar escribiendo contigo esa historia que tanto estáis esperando leer. 

Amiga

Amiga, tú que estás ahí cuando más lo necesitas. Transeúnte en cada parte de mi cuerpo y que se limita a mirarme a los ojos e intentar saber qué es lo que me pasa. Dichosa en el tiempo, fugaz en la noche y compañera de día. Lo das todo por tener algo que contarme y tus labios desprenden en silencio todo lo que alberga tu corazón capacitado de enlazarse con el mío a través de calcomanías de las palabras: amor, felicidad y nostalgia.
Eres quien me hace recordar mis errores y al mismo tiempo hacer que descubra el cambio que diste en mi vida. Nunca antes me habían hecho valorar tanto a una persona.
Me acuerdo de ti cada mañana. Cada vez que alguien me pregunta: ¿Quién eres? O cada vez que intento huir de mis miedos y recuerdo como me dijiste:

“ Yo me levanto cada día con miedo a no saber más de ti. Me elevo por el tiempo que nos queda, y pienso en que puede que lo hayamos estropeado todo de tal forma que no aceptemos unas disculpas, o que el perdón no sirva de cura a las heridas que posiblemente nos hayamos hecho. Miedo es la palabra, la sensación que augura entorno al significado que le damos a nuestra amistad. Pero que se desvanece al instante que veo tu foto en mi escritorio. En la que me doy cuenta de que, de alguna forma, estás aquí conmigo. Protegiéndome, haciendo feliz mi despertar, siendo uno de esos motivos por los cuales sonrío y me doy cuenta de que entre nosotros, entre la palabra amistad hay muchas cosas escondidas. Y entre ellas no existen los miedos, existe esa sensación tan extraña que nos hace saber que todavía nos quedan muchas cosas por descubrir. "

Ahí me doy cuenta de que la vida tiene muchas cosas bonitas, y que sin duda contigo comparto una de ellas.

viernes, 8 de abril de 2011

Reflexión


No sé exactamente qué es lo que me pasa. Si de veras soy un cobarde o simplemente es que no tengo ganas de nada.
Supongo que esta es una reflexión que sigue a muchas otras, y también que precede a otras muchas más. Pero lo que sí que sé con absoluta certeza es que no paso por uno de mis mejores momentos, y lo peor de todo es que he perdido eso que siempre he pensado: quizás escribiendo sobre ello, encuentre la solución o sin más se me pase.
He tocado fondo. Y confieso que esto a nadie más que a mí me entristece de tal forma que hasta quien no me conoce se da cuenta. No estoy bien, para que negarlo. Mi subconsciente me traiciona, y la poca experiencia que he podido ir acumulando a base de errores, caídas y tropiezos, me enseña ahora de manera fría y suculenta de que a pesar de lo muy fuerte que me crea, de la forma más simple me vengo abajo como la fila consecutivas de fichas de dominó y todo lo que resulta luego poner a cada pieza en su sitio.
Lo difícil de todo esto, por no poner otra gota en mi vaso del pesimismo, es no saber la causa del problema. Y a pesar de ello, una parte de mi me dice que quizá haya sido un acumulo de cientos de cosas que me he ido guardando poco a poco, y al final ha ocurrido lo más probable en estos casos: un estallido en el epicentro de mi corazón que ha sucumbido con una ola gigante cada lugar de mi cuerpo en el que todavía había esperanza, fuerza y fe, tal y como ha ocurrido recientemente en Japón.
Ahora más que nunca solo me queda buscar si, en cada uno de los cimientos que se han visto derruidos, queda alguna parte de mí superviviente a esta catástrofe. Y si así lo fuera, reconstruir todo aquello que creía que era importante. Devolver la esperanza, la fuerza y sobre todo la suficiente entereza de que es más fácil levantarse si te ayudas de quien te da la mano, si no te sientes solo, y si a pesar de todo aquello que crees que te supera, no te pierdes en errores que cometías cuando tenias quince años. Al “no puedo”, al “amigos estoy mal necesito ayuda”, o encerrarte en tu habitación dos días como si estuvieras enfadado con el mundo.
Porque hay cosas difíciles, y en muchas de ellas te verás solo.Sin nadie. Y en esos momentos es cuando debes demostrar a la vida cuánto es lo que vales. Encontrarte a ti mismo, y seguir adelante.

De esta me salvo.


Me temo que, de alguna manera, esto ha podido conmigo aunque solo sea por un momento. La bata blanca ha producido una hecatombe entre mis pensamientos más puros y los más inocuos sobre mi propia persona. Y es que, no es fácil cuando se dirigen hacia ti con una cara pálida, que no transmite nada pero que en realidad dice mucho, y lo acompañan de esas palabras que inician una conversación -por describirlo de alguna forma- un tanto grotesca, y que no puedes tomarte de otro modo por mucho que tú quieras; "te quedan pocos meses de vida". Seis palabras, que inician una amargura terrible. Que rebotan en cada célula de tu cerebro, y que no te permiten apreciar otra realidad que esa misma.
Hasta aquí hemos llegado. Y aunque parezca mentira, he tenido tres hijos, cuatro nietos, una esposa fabulosa, un trabajo del que he ganado mi reconocimiento, mi orgullo y del que he aprendido lo que es la perseverancia. Dos casas, dos coches, e incluso una bicicleta en la que podía pedalear y sentirme libre. Además de un gato, un perro, y dos canarios. Esa ha sido mi vida, con a veces subidas y otras veces bajadas que me han hecho sufrir pero a la vez sentirme completamente feliz en cada instante, en cada minuto compartido con alguien, en cada error cometido y del que he aprendido a valorar toda y cada una de las cosas que he conseguido y las tantas que me he dejado por vivir.
Si te dijera que he sido feliz, me creerías. Aunque también es verdad que no todo ha sido tan sencillo como te lo hago ver. Ya sabes, que en muchas de las cosas de la vida, son tan dispares como la posibilidad de que yo mañana siga aquí revoloteando, soltando carcajadas con cada uno de mis familiares, o contándoles todas las batallas y anécdotas que todavía me quedan por contar, o aquellas que sigo contando una y otra vez y se las saben mejor que yo. Pero si te dijera que apagaras esa máquina que me da el oxígeno que necesito para mantener a mi corazón con vida, sería todo un cobarde, y perdería todo lo que he llegado a ser hasta ahora. Huiría, pero mis piernas ya no obedecen. Mis manos ya no sienten lo que sentían cuando acariciaba a mi mujer. Incluso mis ojos, no se acuerdan de los rostros de cada uno de mis nietos. Ni si quiera me acuerdo de lo que es cuando el viento se te mete debajo de la ropa, o lo fría que está la lluvia y lo que es un beso tierno bajo de ella. El olor a la playa, el canto de los pájaros, o ese arcoíris de felicidad que aparece durante unos segundos. Pero la verdad es que no me importa, se que los míos están aquí conmigo y que se alegran porque todavía me quede una pequeña esperanza. Ese algo que está ahí de alguna forma, que no puedo ver, ni oler, ni sentir, pero se de su existencia.
¿Y sabes? eso es lo que me da fuerza. El tener las horas contadas, no me va a impedir ser más feliz o menos feliz, ni tampoco hará de mi lo que nunca he sido. Porque yo he estado en tu papel en muchos de estos años, y se perfectamente la improbabilidad de que mañana abra los ojos y me despierte con veinte años, corriendo detrás del autobús porque lo había perdido, o que esté en una fiesta con los amigos, fanfarroneando delante de la chica que me gusta. Pero eso no me quita las ganas de sentirme otra vez vivo. Y si tengo que luchar, lucharé como siempre lo he hecho. Y solo te pido que me ayudes, que si algo falla le digas la verdad a los míos, pero mientras tanto creete que eres el mejor, yo confió en ti, y por eso dejo mi vida en tus manos. Porque a veces no te queda otra que tener fe.
Ahora confía tu en mi, y convierte en realidad estas tres palabras; De esta me salvo.

Pedaleando.


Nueve y media de la mañana. Catarsis en los polos. Sol y viento de poniente. A pie de carretera, exento de velocidad, no hay tregua. Me acompaña, con sus tonos blancos relucientes, y una resistencia tan característica que la hace única dónde las haya.
Olor a tierra mojada, después de más de tres días de lluvia torrencial. Caracoles, mariposas, abejas, aves rapaces. Presa fácil, difícil escapatoria.
Marcando linea. Siguiendo hacia adelante. Manteniendo el nivel constante de respiraciones por minuto. Desasosiego intermitente, acompañado de latidos con un potencial de acción demasiado exigente.
Pedaleadas. Sudor frío. Casco anti-impacto. Guantes acolchados. Culot marca-paquete. Gafas con cristal amarillo, submarino. Piernas revolucionadas, que no conocen límites. Duras, como el duro tramo de la montaña, del de la mente pensando: "no puedes más" contrarrestado con el hechizo de un sorbo de agua, y un no hay más metas, que tu meta. Y metas el primer plato, segundo o quinto piño, tu no vas con solo dos ruedas. Te siguen tus pasadas, y persigues a tu "yo futuro" que consigue llegar al límite a dónde no hay limites. Y te muestra que no hay derrota, si no te sientes derrotado. Que la victoria se saborea solamente en un segundo de gloria, y que lo importante es el camino. Y éste es el que recorres, mientras sigas pedaleando.

miércoles, 6 de abril de 2011

Cuando escribo: Te quiero.


Querida niña de papá,
Sé muy bien por lo que estás pasando. No soy la persona indicada, pero si que es el momento adecuado. Lo que te diga ahora, no quiero que te lo tomes todo al pie de la letra, pero tampoco quiero que pienses más allá de estas palabras porque lo menos que quiero es hacerte daño. Aunque le des mil vueltas intentando encontrar cual es el significado de todo esto, no llores de rabia por dentro porque no sepas qué es lo que está pasando, y por qué pasa. Es como intentar entender lo que queremos, en dónde damos más importancia al verbo “entender” que a lo que verdad importa: “querer”. Por eso lo que realmente quiero es que lo hagas muchísimo más sencillo y pienses que el motivo por el cual te estoy escribiendo esto y tú lo estás leyendo, es porque dentro de todo lo que desconocemos, hay algo que nos une de tal forma que, por mucho que intentemos separarnos el uno del otro, volvemos a darnos cuenta de que nos seguimos queriendo.
Es lo que tiene el amor. Las idas y venidas, y las vueltas que da la vida. He pensado en los momentos que no he pasado a tu lado. Me he visto inmaduro, atormentado, sin saber qué hacer en más de una situación. Indeciso, fallando a muchas personas. Errando una y otra vez. Cayéndome en pozos de los que luego no sabía salir. Tampoco tenía valor suficiente como para lograr superar obstáculos. Olvidaba, no perdonaba.Mentía más que hablaba.No tenía ganas de nada. Perdía la razón contra cualquier marea. Insignificante era mi optimismo, la confianza depositada en mi mismo, o la creencia de que hacia bien las cosas. No transmitía cariño, ni daba abrazos a mis seres queridos. Tampoco sabía, como decirles a esas personas que tanto me enorgullecían, lo que eran para mí. No conocía la bondad, ni la alegría y tampoco tenía como amiga a la felicidad. Me importaba más el qué, que el cómo. No quería lo que tenia, y quería lo que no tenia. Convertía todas mis virtudes, en defectos. Escuchaba las palabras “siempre” e “infinito” y se me ponían los pelos de punta. Y ahora, no existe palabra en la lengua escrita que defina lo que estoy viviendo contigo. Me he equivocado muchas más veces de lo que he acertado en esta vida. Y quererte fue una equivocación, pero la más acertada en que fuera eternamente. En dónde nuestro amor es como una primavera perenne. Y cuando antes ni tan siquiera rellenaba con dos palabras un folio en blanco, ahora cuando escribo; te quiero, me doy cuenta de que todo lo que soy es gracias a ti y que esto no puedo permitirme perderlo.

Yo para ti soy mucho más.

-¿Tienes miedo, verdad?

-¿Yo? ¿Miedo a qué?


-A que de repente, pienses en mí cada día. A que te acuerdes de mí y sonrías. A que, te digan algo de mí y me defiendas. A que esperes mi perdón para alegrarte. A que creas que eres para mi especial. A que en un instante, haya un cruce de miradas y una caricia que lo signifique todo. A que de pronto, quieras que exista un “luego”.


-A que rápidamente consiga lo que han conseguido otros en mucho más tiempo. A que incomprensiblemente quieras ir poco a poco. A que sin más creas en mí y confíes. A que te pida las cosas por favor. A que sea yo quien te ayude y te apoye. A que, sin querer, te des cuenta de que ha superado la barrera de la amistad. A que te enseñe lo que es compartir. A que el motivo de tu felicidad sea yo. A que sepas el sabor de los sueños y el olor de mis besos. A que se convierta en un siempre.


-A que impensadamente te haga creer en ti misma, aprendas a valorarte, y a ser valiente.


-Sobre todo a darte cuenta de que me quieres.


-¿Y por qué iba yo a tenerle miedo a todo eso?


-Porque antes de empezar algo, ya estás pensando en que puede terminar. Yo no soy como los demás. Yo para ti soy mucho más que el significado de la palabra “siempre”

Los hombres también lloran.

-Cariño, tenemos que hablar.


[Momento de silencio]


-Espera, un momento, que ahora estoy ocupada.


-Ves, no sé como lo haces que siempre estás ocupada para mí.


-Que ya termino, que son dos segundos.


-Vale…, te espero en el sofá.


-Bueno cariño, como sabes, estas últimas noches he dormido fatal. Algo me incordiaba en mi mente, y es que no paraba de darle vueltas a una cosa. Y nada como de todas las pequeñas cosas no quiero hacer un mundo, pues me gustaría hablarlo contigo, más que nada porque eres tú la que tiene la respuesta, o eso espero.


-Y bien, ¿A qué esperas?


-Pues la verdad es que no lo sé. Es una de esas cosas que siempre estas esperando el momento oportuno.Que ves que no llega, y no llega y no llega, y al final desesperas y te preguntas a ti mismo, y ¿por qué no dejar de darle vueltas y quizás el momento oportuno sea el momento que elijas?




-Así que nada, quería preguntarte ¿Qué es lo que te hace estar enamorada de mí?


[Se escuchaba una carcajada]


-¿Y eso es lo que te creaba dudas y lo que te quitaba el sueño?


-Pues sí, ya sé que puede sonar algo ñoño o un tanto cursi, pero sí. Y la verdad es que necesito tu contestación.


- Pues mira, ¿te acuerdas cuando empezamos a ser amigos y que a ti te empezaba a molestar que yo te hablara de otros chicos? O cuando coincidimos aquella tarde en la tienda de helados, y te pusiste súper nervioso que no sabías que decirme.


-Para no recordarlo, jajaja aun me avergüenzo de aquella situación y de mi comportamiento, pero es que ya sabes a veces me cuestan las cosas.


-Pues ahí empecé a ver algo en ti, algo que no había visto en otros. Diciéndotelo de otra forma, creaste en mí las ganas de saber que ocultabas en aquella forma infantil de actuar, en aquellas formas de mirar. Y como sabes, poco después todo fue a mejor, y supe que te quería cuando el resto del mundo se me olvidó.


Y por eso nos besamos por primera vez, porque dos no se besan si uno no quiere. Por eso te dije sí, a la pregunta ¿Quieres salir conmigo? Y por todo lo que hemos compartido juntos durante estos años, todo lo que me has demostrado desde tu “buenos días”, desde tus desayunos a las ocho de la mañana siempre tan puntuales, desde tus llamadas de cómo ha ido el trabajo, desde tu llegada a casa con un fuerte abrazo, desde las noches que veíamos una película y yo me hartaba de llorar, y tú te haces el duro. Desde tus buenas noches y un hasta mañana. Desde que tus ojos me miran sabiendo lo que soy, desde que tus manos son mis manos, y desde que me di cuenta de que tu corazón y el mío latían juntos. Desde cada día que pasa y siento que todo lo nuestro va a más. Desde que por más que lo piense no veo ni un presente ni un futuro sin ti. Desde que el otro día que me pediste matrimonio, y me sentí como aquella niña de 16 años que se moría por su primer amor.


[Los hombres también lloran]


-Y a ti, ¿qué es lo que te hace estar enamorado de mí?


-Cariño, no tengo mucho que decirte, porque hay sentimientos que son inexplicables.

martes, 5 de abril de 2011

¿ Sabéis por qué escribo tanto sobre el amor?


Porque es de lo que carezco, y más echo en falta. Me imagino mil historias en las que a veces soy participe. Me enamoro, me desenamoro. Soy correspondido, y muchas de ellas soy feliz.Diálogos que nunca tuve, o las palabras que nunca supe decir. O todas esas escenas, descritas detalle a detalle que yo en realidad no supe valorar, o que simplemente no he vivido por culpa de buscar razones a lo que el corazón siente.Pero todo eso lo bordo en el papel, gracias a un tintero y una imaginación que solo transmite lo que es capaz de querer vivir, pero que en 
realidad, estoy falto.

Falto de cariño, de mimos, de abrazos, de besos, y de palabras bonitas de esas que te hacen sentir especial. De esas que te hacen sentir querido.
A veces, me acuerdo de los momentos que he vivido y he hecho pasar cuando he convertido el amor en error, a un sentimiento de culpa, y a causar daño. Y desde luego, ninguno de esos finales correspondía al que yo me imaginaba en mi cabeza, al que mis palabras escritas en alguna de aquellas cartas que nunca mandé por correo, describían en una aparente ficción que se distanciaba a años luz de la realidad.
A todo este jarro de agua fría, puedo añadirle el concepto de amistad. Unánime, inconfortable. Como una pared hueca, y que se puede destruir con un solo movimiento de agujas del reloj. Que cojea, mires por donde la mires. Y que tiene por título; abocado al cambio. Ésta, escasea de confianza, de compañerismo, de libertad, cordialidad, de franqueza, de sencillez, de sinceridad, de afecto, de lealtad, de camaradería y de todas aquellas piezas clave que forman sus cimientos y que de fondo le acompaña una triste melodía.
Esto me hace pensar en voz baja, en no poder contarle a nadie todas las inquietudes que me incordian. Todas aquellas cosas que temo, que me agobian, me hostigan y hasta a veces son una carga para mí. Todos los problemas que me surgen, y que tengo que buscar solución yo solo. Porque me veo ahí, entremedio de la nada, sin ver a penas horizonte y nada en lo que poder sostenerme, apoyarme e intentar ayudarme a salir de tal apuro.
¿Y sabéis? Es por eso, por lo que escribo tanto. Porque es mi pequeño rincón en dónde hablo conmigo mismo, y me imagino en una situación mejor a la que puedo sentirme en ese momento. Ahí es cuando me olvido de todo, y desaparecen todas esas pequeñas heridas que a lo largo del tiempo he dejado que me hicieran. Es como la medicina a mi propia ignorancia. Como ese alguien que siempre he deseado tener, que me escucha, que me conoce, y que no espera de mí llegar a un punto y final.Ese folio en blanco que me ayuda, aunque sea entre lágrimas, a imaginarme ser feliz sin pedirme nada a cambio.

Juntos, de nuevo.


Te he llamado, y he escuchado la voz otra chica. Otra chica que no eras tú. Otra voz, que no era la tuya, y me decía: " el telefono al que llama tiene restringidas temporalmente las llamadas entrantes".
Desde aquel trágico día, no había vuelto a marcar tu número. Ese que me aprendí de memoria, por todas las llamadas que nos hacíamos cada día, para sentirnos arropados, para decirnos cuantos días nos quedaban para vernos, o el buenas noches de siempre. Te echo muchísimo de menos.
Ahora me doy cuenta que, dos años después, todavía no lo he aceptado. Sigo manteniendo la esperanza de que esa llamada la cojas tú, y me contestes con la alegría con la que lo hacías siempre. Cuanto te añoro. No te lo puedes ni imaginar.
Te recuerdo cada día, y en cada uno de ellos te necesito y me vuelvo débil sin esa confianza que tu tenias en mi, haciéndome creer que podía con cualquier cosa y ahora ni si quiera sé como salir adelante de todo esto. No sabes lo difícil que me resulta la idea de superarlo.
Aquella frase tan tuya de; "te querré siempre pase lo que pase, no lo olvides" me enseña que voy a tener que aprender a volar. Y esta vez, tiene que ser bien alto. Porque parece que no va a haber forma de que vuelvas. Pero nos espera una vida eterna en el cielo. Juntos, de nuevo.

Viajemos juntos.


Hablando de promesas quiero que soñemos juntos. Que indaguemos nuevos mundos, y aprendamos a ser el uno con el otro un solo corazón.
Vamos a hacer cuatro viajes. Cada uno de ellos distinto a los demás. Únicos, exuberantes. De esos que siempre te acuerdas y quieres volver a revivir. Tú y yo sin problemas, sin nada ni nadie que estropee nuestros planes, sin miedo a que algo fracase.
Tres de ellos quiero que los elijas tú. Podemos ir a la Torre Eiffel de París, o pasear en góndola por las pequeñas calles de Venecia. Recorrer la gran muralla china. Incluso ver la bonita playa de San Sebastián. También podriamos ver lo pequeño que es nuestro amor comparado con las pirámides de Egipto. O sentirnos como príncipes y princesas en cualquiera de los castillos del Reino Unido. O si nada de esto es lo que quieres, podemos ser náufragos en cualquier isla perdida entre los cinco océanos del mundo. Y a todo esto, elijas lo que elijas, el último viaje que nos quede lo haremos juntos. No sé muy bien a dónde, pero contigo estoy seguro que será un bonito destino.

lunes, 4 de abril de 2011

Carta de amor.


Han sido exactamente trece cartas las antecesoras de esta. La catorce, para San Valentín. La catorce para ti, mi amor.
Así es como te hago llamar, mi compañera en cada uno de mis viajes. La que me hace recordar el sentido que tienen las agujas del reloj, y el por qué merece la pena seguir viviendo.
“Quien no arriesga no gana” – Eso es lo que hemos aprendido juntas. Lo que nos quedará después de que llegue el día en el que esto acabe. Lo que nos unirá para siempre.
Me gustaría hacerte recordar las tardes del recreo, el subibaja, el pequeño balancín junto a aquella fuente que nos devolvía el aliento. El tobogán de color verde, que descoloría en nuestros pantalones. Y ese columpio al que tenias vértigo, pero que te ayude a afrontar con él tus miedos. Acompañándote en ese gran salto al vacío que dejaba a tus manos adoloridas y llenas de barro, tras la caída, pero que se quedaba pequeño comparado con tu mirada y esa sonrisa tan tuya que, se endulzaba con la pronunciación de tus labios; “a ver si me coges”. Y te ibas corriendo.
Esos días y cada uno de los momentos que compartimos sin darnos cuenta, y que se convierten en tan importantes. Como lo fue en aquella infancia, que encubrió nuestra felicidad, para luego volvernos a unir en aquella carretera. Una carretera voraz, insaciable, que casi nos quita la vida pero que nos juntó como lo que somos ahora; dos enamorados.
Por eso no habrá día en el que no te agradezca lo suficientemente todo lo que hiciste por mí después de aquel duro obstáculo que nos antepuso la vida. Las horas de espera cogiéndome la mano rezando por que despertara. Los años manteniendo la esperanza de que yo te pidiera perdón, y que todo se solucionase.
Y para que llegue ese momento, han pasado trece años. Trece cartas que nunca te escribí, y que sin duda debería haber escrito. Porque hay amores inquebrantables, indemostrables. Otros que nunca cuajan, o aquellos que enseguida pierden fuerza y se convierten en una ínfima llama, que se apaga y no vuelve a encenderse nunca. Pero de este amor apareció el día en el que naciste, y aunque tú no lo creas nunca dejó de existir.
Un amor que te necesitaba, que te esperaba y te añoraba. Un amor que ahora recuperará el tiempo perdido. Volverá a ser lo que siempre tuvo que ser. Un amor que me ha dejado cicatrices capaces de hacerme recordar que sigues siendo la niña de mis ojos.
Esa princesa del cuento interminable, pero que ahora ha madurado. Esa niña convertida en mujer, pero que todavía sigue siendo tan dulce como el primer día en el que pude cogerla entre mis brazos, y mecerla y ver como sonreía y lo acompañaba de un llanto.
Mi princesa. Mi hija. Mi amor más adorable.

Sueño contigo.


Se me va la voz, al pronunciar tu nombre. Incluso tu recuerdo no me llena el vacío que tengo por dentro. Ni si quiera el hecho de sentir que te tengo cerca. Porque el estúpido de mí, ya no puede hacer nada.
Fue efímero, pero fue. Y eso es lo importante. No necesito que me lo hagas saber, porque por las noches todavía apareces en mis sueños. Y eso significa que durante el día, y durante todo el paso de este tiempo; sigues pensando en mí.
Solamente me quedan esas preguntas sin respuesta, que me hacen saber que en la vida, a veces las cosas suceden porque sí; el como nos conocimos, el momento en el que todo iba perfecto, las subidas y bajadas propias de dos tontos que no aprecian lo que tienen. O hasta tú propuesta a olvidarme de todo, y perderte.

Y aunque tú no sepas ese por qué de todas estas cosas, y yo tampoco, me hace pensar que en algo fallamos los dos. Tú en no perdonarme, y yo en no pedirte perdón.

No me olvides, quiereme.



Haga lo que haga de nada sirve. Y lo que recibo a cambio es un adiós y un: ¿pero seguimos siendo amigos?
No entiendo las complejidades del amor. O por lo menos, lo difícil que es para ti tenerlo claro. Esas dudas que te inundan, por miedo o por temor a sentir que puede llegar el día en el que todo se acabe, me cansan y me hacen sentir un desquiciado.
Sí, no sé qué más puedo hacer para que me quieras. Y no me vengas con cuentos chinos de: "no es culpa tuya, si no mía. Ni si quiera yo lo entiendo". ¿Pero entender, el que? ¡ No hay que entender nada! Yo sólo te pido que me quieras, aunque no sea tanto como te quiero yo. Con una cuarta parte me conformo. ¡Pero quiéreme!
Podría esperar una vida, o dos por ti. Y todo eso si me quedara la esperanza de poder creerte, o de tener la certeza de que el día en el que te des cuenta de que me quieres, lo sentirás de verdad, o será la única salida a no perderme.
Lo único que puedo hacer ahora, es que pases un tiempo sin mí. Y así puedas darte cuenta de lo mucho que te he ido regalando día a día. De lo mucho que he hecho por ti, y que jamás ha hecho nadie, en tus dieciocho años de vida.

domingo, 3 de abril de 2011

Amigos.


Aquellos que están cuando y cuando no lo necesitas. Que te apoyan, que te animan, que te abren los ojos en alguna ocasión. Que comparten contigo sus secretos e inquietudes. Que te piden las cosas por favor sin necesidad. Que están ahí por y para ti.
Aquellos con los que compartes mucho más que un hola y un hasta luego. Que te despiertas, y a veces piensas y te preguntas por ellos. Con los que sabes que puedes contar si te pasa algo, y sabiéndolo te das cuenta de que siempre estarán ahí, pase lo que pase.
Aquellos que consideras tu segunda familia. Que darías todo por ellos, aunque te pidiesen algo a cambio. Que te sacrificarías, que lucharías. Que te hacen sentir la diferencia cuando están, y cuando no están. Que merecen la pena.
Aquellos que aunque te fallen, se merecen el perdón. Que ni si quiera te planteas otro presente sin ellos. Que les miras a los ojos, y sabes lo que piensan, lo que son en cada momento. Que te sientes mejor a su lado, y ellos son mejores personas al tuyo. Que descubrís los secretos de la vida, y poco a poco veis como vais creciendo y madurando. Os dais cuenta de que sois esa pieza del puzle, que encaja a la perfección y que no puede faltar.
Aquellos con los que te das cuenta que lo que compartís es mucho más grande que cualquier error que uno puede cometer. Que sabes que son importantes para tu día a día, y que no te puedes permitir perder.
Aquellos que saben entenderte en los momentos difíciles, y te sacan adelante. Aquellos que dan el significado a la palabra compartir, y marcan el tiempo de tu vida.
Aquellos que con tan solo una mano en el corazón puedes contar. Y pese a que hay pocos, hacen que lo simple, lo sencillo se convierta en algo grande.
Aquellos que dan sentido y significado a tu vida. Y que sin ellos, no serias tú.

SMS


Estás temblando. Nervios y miedos invaden tu cuerpo. Tienes un escalofrío. Te miras las manos, y las tienes pálidas. No te llega la sangre suficiente hasta ese lugar. Frías, como el peor invierno.
Tu corazón late a doscientas pulsaciones. Lo notas. Lo sientes. Ese pequeño nudo en la garganta. Ese cosquilleo en el estómago.
Te tumbas en la cama. Apagas la luz. Dejas el móvil en la mesita de noche, mientras cierras los ojos. No puedes dejar de pensar en él. Pasan treinta segundos, y coges el móvil. Todavía no ha contestado- piensas; ¿Por qué será?.
Vuelves a cerrar los ojos y a la vez agarras el móvil con las dos manos y lo aprietas contra tu pecho lo más fuerte que puedes. Pasan los minutos. Mientras tanto, no pierdes la esperanza. Piensas que quizá se lo haya tomado a mal. Que no deberías haberle mandado ese sms. Pero a los dos segundos, ese pensamiento desaparece porque te dices a ti misma; Estoy segura que en estos momentos me está contestando.
Empiezas a imaginar, que pondrá en su contestación. Que te dirá, o si al final pondrá un " te quiero ". O un, "buenas noches, cielo". O quizás, lo haya leído y ni si quiera se ha planteado en contestarte. - No, eso no puede ser. - Te dices a ti misma.
Lees de nuevo el mensaje que le has enviado. Una, dos y hasta tres veces. Compruebas la hora en la que se lo mandaste, y en ese mismo momento te fijas lo que marca el reloj. Dieciséis minutos han pasado desde el envio. - Seguro que no contesta.
Dejas el móvil de nuevo en la mesita de noche. Estás muchísimo más nerviosa que al principio. Y el deseo de que suene tu teléfono, es tan grande como aquel que quisiste que se hiciera realidad en tu último cumpleaños.
Te cambias de postura, e intentas cerrar los ojos lo más fuerte que puedes, y dejar la mente en blanco. Quieres dormirte. Mañana será otro día.
Resoplas. Hasta te cabreas y todo. Otra vez, te enviará un sms tu tía- refunfuñes por dentro, aunque en verdad sabes que si por ti fuera, le enviaras mil sms si eso conllevase a ser felices juntos y a que sus contestaciones te enamoren más todavía. O que simplemente te duermas con una sonrisa en la boca cada noche.
Vib-vib-vib. Te da un vuelco el corazón. En menos de un segundo, tus manos ya habían cogido el teléfono, te habías dado la vuelta, y abierto los ojos para poder ver si era de él, ese sms.
Las emociones invadían tu cuerpo. Junto a la piel de gallina, los sentidos alborotados y el corazón apunto de salirse por el pecho. Tus manos, temblorosas, no sabían que tecla pulsar. Tus ojos leen en la pantalla; nuevo mensaje.
Haces click, en "abrir". Es de él. Y empiezas a leer.
" Escriba lo que te escriba, no superaría ninguna de las sensaciones que has sentido desde el momento en el que me has enviado tu mensaje, hasta los veinticinco minutos restantes que han pasado hasta mi contestación. No quería que nada estropease este momento. Te quiero".
Inspiras. Sonríes. Y te das cuenta, de que estás completamente enamorada.