Amiga, tú que estás ahí cuando más lo necesitas. Transeúnte en cada parte de mi cuerpo y que se limita a mirarme a los ojos e intentar saber qué es lo que me pasa. Dichosa en el tiempo, fugaz en la noche y compañera de día. Lo das todo por tener algo que contarme y tus labios desprenden en silencio todo lo que alberga tu corazón capacitado de enlazarse con el mío a través de calcomanías de las palabras: amor, felicidad y nostalgia.
Eres quien me hace recordar mis errores y al mismo tiempo hacer que descubra el cambio que diste en mi vida. Nunca antes me habían hecho valorar tanto a una persona.
Me acuerdo de ti cada mañana. Cada vez que alguien me pregunta: ¿Quién eres? O cada vez que intento huir de mis miedos y recuerdo como me dijiste:
“ Yo me levanto cada día con miedo a no saber más de ti. Me elevo por el tiempo que nos queda, y pienso en que puede que lo hayamos estropeado todo de tal forma que no aceptemos unas disculpas, o que el perdón no sirva de cura a las heridas que posiblemente nos hayamos hecho. Miedo es la palabra, la sensación que augura entorno al significado que le damos a nuestra amistad. Pero que se desvanece al instante que veo tu foto en mi escritorio. En la que me doy cuenta de que, de alguna forma, estás aquí conmigo. Protegiéndome, haciendo feliz mi despertar, siendo uno de esos motivos por los cuales sonrío y me doy cuenta de que entre nosotros, entre la palabra amistad hay muchas cosas escondidas. Y entre ellas no existen los miedos, existe esa sensación tan extraña que nos hace saber que todavía nos quedan muchas cosas por descubrir. "
Ahí me doy cuenta de que la vida tiene muchas cosas bonitas, y que sin duda contigo comparto una de ellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario