Os agradezco que estéis leyendo estas líneas. Yo les doy vida, y con vosotros cobran sentido. No me leáis porque sí. Quiero que tengáis un motivo por el cual necesitéis o sintáis que, estas letras os van a contar algo y es lo que andabais buscando. Quizás muchos ya habréis desistido en el intento, cambiado de página o pensado: “qué pérdida de tiempo”. Si es así, no sigas leyendo y los dos haremos como si no nos hubiésemos conocido. Pero si no, te invito a mi pequeño rincón en el que publicaré tres entradas al día, en el que te haré participe, en el que te haré sentir que tienes un sexto sentido. Y sobre todo a hacerte creer que, de veras, existe una fibra sensible que puede inter-conectar con las personas.


lunes, 28 de marzo de 2011

Una corazonada.

No te niego que al caminar por la calle, y al ver esas parejas tan felices, sienta envidia. Ni tampoco al ver la familia que han formado mis padres, y lo duro que les ha sido, y que todavía lo siguen consiguiendo cada día. PerO no envidia de ver que se dan besos, abrazos, mimos, o vete tu a saber. Sino envidia de ver que son mucho más que personas. Son todavía más felices gracias a que comparten su vida con alguien, pero no un alguien cualquiera. Alguien a quien le llaman amor, y que juran solemnemente de una forma o de otra pasar con ella el resto de su vida.

Algunas, encuentran a esa persona. Otras aunque la encuentren, luego se dan cuenta de la auténtica desfachatez que cometieron en su momento, enamorándose. Otras como yo, se alegran por haber podido compartir momentos de su vida, y en muchos de sus días los recuerdan, y se alegran. Se alegran porque aquellos momentos que vivieron, han ido formando un todo. Y lo que aprendemos en el pasado, es todo lo que podemos enseñar en nuestro presente.

Probablemente de mi pasado venga la extraña actitud que tengo en este pequeño tramo de mi vida. En el que no me da miedo a sentir, sino en el que me da miedo a sentir por la persona equivocada. De todos modos, no puedo lamentarme de la vida que llevo. Todavía tengo corazón, y un pequeño hueco en él de esperanza. Y sobre todo esa corazonada que me dice: el día que menos te lo esperes, la encontrarás y te enseñará todo el camino que te queda por recorrer.

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